La denominada Inteligencia
en Artificios (IA*) puede ser conceptualizada como una manifestación
de la inteligencia humana aplicada al diseño, construcción y resolución
creativa de problemas en entornos complejos y variables. Su naturaleza es
heurística, experiencial y situada. Surge de la interacción con el entorno,
integrando elementos como la intuición, la sensibilidad estética, la ética
contextual y la capacidad de improvisación frente a lo inédito. No responde
exclusivamente a modelos formales ni a datos previos, sino que opera a través
de asociaciones flexibles, interpretaciones subjetivas y toma de decisiones con
base en un conocimiento tácito.
En contraste, la
Inteligencia Artificial (IA) se basa en arquitecturas computacionales que
replican, mediante algoritmos, determinados aspectos del razonamiento lógico,
la clasificación de patrones y la toma de decisiones automatizada. Sus operaciones
se fundamentan en modelos estadísticos, aprendizaje automático y procesamiento
masivo de datos. Aunque puede generar resultados que simulan creatividad, su
capacidad se circunscribe a estructuras previamente entrenadas; carece de
intencionalidad, conciencia emocional o comprensión contextual genuina.
Esta distinción permite
establecer que IA* e IA representan formas de procesamiento
cognitivo heterogéneas. La IA* se caracteriza por ser creativa,
contextual, empática y no determinista. La IA, por su parte, se define por su
precisión computacional, velocidad de procesamiento, escalabilidad y
repetibilidad. La primera puede operar sin grandes volúmenes de datos,
basándose en inferencias cualitativas; la segunda requiere datasets extensos y
bien estructurados para alcanzar niveles óptimos de desempeño.
Desde un enfoque
epistemológico y funcional, no se trata de inteligencias excluyentes, sino de
dominios complementarios. La IA es eficaz en tareas que exigen alto rendimiento
lógico-formal, detección de patrones, optimización y automatización de
procesos. La IA*, en cambio, puede aportar juicio ético, diseño
estratégico, sentido cultural y creatividad disruptiva.
En este marco, la articulación
sinérgica entre IA* e IA podría constituir un paradigma emergente en
el desarrollo tecnológico contemporáneo. La inteligencia artificial como
herramienta de ejecución, análisis y predicción; y la inteligencia humana en
artificios como instancia de invención, interpretación y orientación ética.
Esta relación plantea, además, desafíos epistemológicos y ontológicos
relevantes sobre la naturaleza de la inteligencia, el papel del sujeto creador
y los límites de la simulación computacional frente a la experiencia vivida.
Bibliografía.
D’Andrea Alberto L. (2023).
Neoeducación GPT. Espacios de Educación Superior.
https://www.espaciosdeeducacionsuperior.es/08/11/2023/neoeducacion-gpt/
Gardner, H. (2010). Mentes
creativas. Ediciones Paidós.
Mayer-Schönberger, V., & Cukier, K. (2013). Big Data: La
revolución de los datos masivos. Turner Publicaciones.
Morin, E. (2000). La mente bien
ordenada: repensar la reforma, reformar el pensamiento. Editorial Seix Barral.
Resnick, M. (2018). Lifelong Kindergarten: Cultivating Creativity
through Projects, Passion, Peers, and Play. The MIT Press.
Muchas gracias por la invitación a pensar, Profesor D andrea. La naturaleza humana es cambiante hasta la contradicción y tan racional como pecaminosa. No reside en un soporte biológico intercambiable por artefactos. Reside en el lenguaje modelado por la historia. Sus creaciones son instrumentos, nunca neutrales desde luego.
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