martes, 19 de agosto de 2025

Ciencia en piloto automático: investigación con IA y robots

En los próximos años, la combinación de inteligencia artificial y robótica va a cambiar por completo la forma en que se hace ciencia, tanto en lo básico como en lo aplicado. Hoy ya existen ejemplos, como los robots científicos Adam y Eve, capaces de formular hipótesis, realizar experimentos y analizar los resultados por su cuenta. Pero lo que viene es mucho más ambicioso: laboratorios autónomos funcionando las 24 horas del día, conectados entre sí en distintas partes del mundo, intercambiando datos en tiempo real y ajustando experimentos de manera automática sin que un humano tenga que intervenir en cada paso.

En la investigación básica, esto significa poder cerrar un ciclo completo del método científico en horas o días, desde pensar una pregunta hasta comprobar si la hipótesis es correcta. La IA y la robótica permitirán explorar territorios que hoy no se investigan por falta de tiempo o recursos, e incluso podrían detectar patrones o fenómenos que a un investigador humano no se le ocurriría buscar. La ciencia dejará de tener pausas, porque habrá equipos de trabajo que nunca se detienen.

En la investigación aplicada, el cambio será aún más visible para la vida cotidiana. El descubrimiento de medicamentos, por ejemplo, podría pasar de tardar años a resolverse en semanas, combinando modelos generativos que proponen moléculas con robots que las sintetizan y prueban sin descanso. Lo mismo ocurrirá con el desarrollo de nuevos materiales, enzimas industriales o biotecnología para alimentos, energía y medio ambiente. Incluso la medicina personalizada se verá potenciada, porque la IA podrá diseñar tratamientos únicos para cada paciente basándose en su genética y su perfil molecular, y la robótica se encargará de producirlos de inmediato.

Si las tendencias actuales se mantienen, para 2030 veremos cada vez más robots científicos publicando trabajos en revistas de prestigio. Para 2040, habrá redes globales de laboratorios totalmente automatizados, y para 2050 no sería extraño que existan sistemas capaces de crear y comprobar teorías científicas propias, aportando descubrimientos que cambien nuestra comprensión del mundo. El  investigador humano seguirá siendo importante, pero cada vez más como quien plantea las grandes preguntas y valida la interpretación de lo que la máquina descubre.

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