La nanotecnología implica
comprender el mundo desde lo pequeño para innovar haciendo construcciones con
átomos y moléculas, con el propósito de dar respuestas a las crecientes
problemáticas socioeconómicas. En la innovación podemos establecer cuatro niveles interconectados bien
definidos: la investigación, el desarrollo, la implementación de los métodos de
producción y la gestión de la empresa. La investigación y el desarrollo son el
resultado del “pensar” a partir de lo conocido en áreas básicas y específicas
vinculadas con lo científico y tecnológico. La implementación de los métodos
para llegar al objeto constituye el aspecto terminal-visible de la creación y
finalmente la gestión empresarial introduce la innovación en la sociedad. El
panorama presentado difiere bastante de aquellos que consideran a la
nanotecnología como una disciplina constituida solo por la sumatoria o aporte
de distintas ramas la ciencia y la tecnología.
Esta concepción se orienta a una formación enciclopedista donde la capacidad predominante
deseada es el conocimiento de los contenidos específicos; formación muy alejada
de la necesaria para pensar, crear e innovar construyendo con átomos y
moléculas. Lo señalado es crucial para los países en desarrollo. Las nuevas
tecnologías parecieran abrir posibilidades de crecimiento para todas las regiones.
Lamentablemente la capacidad de innovación se concentra en los países altamente
industrializados los cuales totalizan el 95% del gasto mundial en investigación
y desarrollo. El resto de los países deben comprender que una nueva tecnología
no puede erigirse por sí sola en una presunta panacea del crecimiento;
principalmente si su educación curricular universitaria está centrada en el
conocimiento específico enciclopédico en vez de una capacitación para atesorar
las estrategias de la innovación como forma de acortar la brecha. No nos confundamos,
la nanotecnología, para nosotros, debe
ser sinónimo de pensar, crear e innovar.
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