En las últimas décadas, el
consumo de bebidas azucaradas se ha convertido en un fenómeno global con
profundas implicancias sanitarias. En particular, el jarabe de maíz de alta
fructosa (JMAF) introducido como un sustituto más económico y eficiente que la
sacarosa en 1965 por el científico japonés Yoshiyuki Takasaki.
El JMAF, se produce
rompiendo el almidón en glucosa y luego transformando parte de esa glucosa en
fructosa mediante un proceso enzimático, denominado isomerización, realizado por la enzima isomeraza. El producto se ha consolidado como el endulzante predominante en
gaseosas y productos procesados. Su estructura química, compuesta por una
mezcla de fructosa y glucosa en proporciones variables le otorga un alto poder
edulcorante. Sin embargo, la evidencia científica ha mostrado que su
metabolización en el hígado favorece la acumulación de triglicéridos, la
resistencia a la insulina y la aparición de enfermedades metabólicas crónicas
como la obesidad y la diabetes tipo 2.
En forma paralela, estudios recientes
han identificado la presencia de nanopartículas de carbono en algunas bebidas
tipo cola, especialmente asociadas al proceso de caramelización y al uso de
colorantes oscuros. Estas partículas, al ser de tamaño nanométrico (por lo
general de 5 nm), poseen propiedades únicas: pueden atravesar
membranas celulares, interactuar con biomoléculas y, en ciertos contextos,
inducir estrés oxidativo. Este fenómeno ha sido vinculado, en la literatura
biomédica, con la posibilidad de generar alteraciones en el ADN y mutaciones
génicas. En el artículo Systems
Nutrigenomics Reveals Brain Gene Networks Linking Metabolic and Brain Disorders
los investigadores comprobaron que el consumo de fructosa altera 900 genes
cerebrales vinculados con problemas en la salud como la enfermedad
cardiovascular, la enfermedad de Alzheimer, la depresión, la enfermedad
bipolar, el trastorno de hiperactividad con déficit de atención, etc. Si bien la cantidad detectada en bebidas
comerciales suele ser baja, la exposición crónica y masiva de millones de
consumidores constituye un motivo de preocupación para la toxicología
contemporánea.
El problema trasciende lo
estrictamente científico. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, instó a las multinacionales del sector a
reemplazar el jarabe de maíz de alta fructuosa por azúcar de caña real.
"¡Tómate una Coca-Cola con
Trump!", fue el mensaje que compartió la Casa Blanca para celebrar un
presunto entendimiento/aceptación por las empresas, lo que puso en evidencia un
punto clave: el entrecruzamiento entre salud pública, intereses económicos y
demandas sociales.
El desafío actual radica
en cómo combinar la innovación tecnológica con la protección de la salud. La
biotecnología y la nanotecnología podrían ofrecer soluciones en distintos
niveles: desarrollo de edulcorantes alternativos más seguros, aplicación de
filtros moleculares que reduzcan la formación de las nanopartículas indeseadas,
o incluso el diseño de aditivos funcionales capaces de contrarrestar el daño
oxidativo.
El caso del jarabe de alta fructosa,
las nanopartículas de carbono y la posibilidad de mutaciones genéticas
asociadas al consumo de bebidas cola, abre una discusión que va más allá de lo
nutricional. Se trata de un tema en el que confluyen la ciencia, la política y
la cultura de consumo.
El pedido de Trump, aunque formulado en un tono
polémico, dejó planteada una pregunta de fondo que sigue vigente: ¿puede la
sociedad reemplazar productos masivos que resultan dañinos sin perder su valor económico y cultural? La respuesta probablemente emerja de la interacción entre
la investigación científica, la regulación estatal y las transformaciones en
los hábitos de consumo.
Lecturas complementarias:
-Fluorescent nanoparticles present in Coca-Cola and Pepsi-Cola: physiochemical properties, cytotoxicity, biodistribution and digestion studies. DOI: 10.1080/17435390.2017.1418443
-Systems Nutrigenomics Reveals Brain Gene Networks Linking Metabolic and Brain Disorders.DOI: 10.1016/j.ebiom.2016.04.008
-Share a Coke, whith Trump. https://x.com/WhiteHouse/status/1945588887847375341
-Los alimentos con fructosa pueden alterar 900 genes cerebrales, muchos vinculados con la salud humana. https://infobiotecnologia.blogspot.com/2016/04/los-alimentos-con-fructosa-pueden.html
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