Alfred B. Nobel integró su creatividad química con una especial habilidad para concebir grandes negocios. En 1862, con sólo 30 años, fundó una fábrica de nitroglicerina en Estocolmo. En 1867 descubrió la dinamita e introdujo una importante cantidad de establecimientos relacionados en Europa y los Estados Unidos. Al morir dejó parte de su fortuna para crear el premio que hoy lleva su nombre, destinado a quienes realicen desarrollos o inventos en beneficio de la humanidad. Desde entonces, muchos de los temas premiados anunciaron los grandes negocios del futuro.
Entre 1973 y 1975, C. Milstein y G. Köhler desarrollaron los anticuerpos monoclonales orientados a la detección y curación de numerosas enfermedades. Por su trabajo ganaron el Nobel en 1984. En 1987, la venta de anticuerpos monoclonales ya alcanzaba los 130 millones de dólares. En el año 2007 trepó a 26.000 millones y probablemente supere los 50.000 millones para el 2013.
En el 2006 los Premios Nobel de Medicina y Química estuvieron orientados a una misma temática: el ARN de interferencia (ARNi). La información contenida en el ADN se transfiere al mARN (mensajero ARN). Fuera del núcleo, la información del mensajero se traduce en la formación de una proteína. Si conocemos la proteína relacionada con determinada enfermedad podremos sintetizar el ARNi de modo de bloquear su formación silenciando el producto del gen sin tocar el genoma, e impidiendo el desarrollo de la enfermedad en el organismo. Una nueva terapia, un nuevo negocio biotecnológico.
En el año 2009, el Nobel de Medicina y Química se centran en la misma temática. En medicina, se galardonó a los descubridores de los telómeros y de la telomerasa, una llave hacia el triunfo en la lucha contra el cáncer y el secreto de la juventud eterna. Al final de cada cromosoma existen secuencias de ADN denominadas telómeros. Cada vez que una célula se divide pierde una pequeña parte de sus telómeros. Cuando el telómero es sólo un minúsculo fragmento la célula ya no puede dividirse más y entra en declive hasta su muerte. No obstante, en la naturaleza existen algunas células inmortales: las células cancerosas. Éstas tienen la capacidad de duplicarse incesantemente generación tras generación ¿Cuál es el secreto de su vida eterna? La telomerasa. Cuando un fragmento del telómero se pierde a causa de la división celular, la telomerasa lo restituye evitando su reducción y, en última instancia, la muerte de la célula. Esto abre las puertas a dos líneas de investigación. Por un lado, si luego de cada división celular pudiéramos encontrar la forma de reparar el telómero, estaríamos en presencia de la primera terapia de rejuvenecimiento con base científica de la historia. Por otro lado, si en los procesos cancerígenos pudiéramos anular la producción local de telomerasa, las células cancerígenas dejarían de ser inmortales y se comportarían como las usuales perdiendo su supremacía a largo plazo. Algo lograble a través de un ARNi específico bloqueante del ARN mensajero productor de telomerasa. Por el estudio del proceso bloqueante en el ribosoma se otorgó también el Nobel de Química en el año 2009.
El premio Nobel 2012, Dr. Shinya Yamanaka, publicó en la revista Cell (2006) una innovación revolucionaria, logró reprogramar células epiteliales de ratones para transformarlas en células madre. Desde entonces los investigadores se lanzaron a la reprogramación de células humanas adultas para lograr su comportamiento como células madre embrionarias con capacidad para generar tejidos de todos y cada uno de los cerca de 220 tipos celulares distintos.
Los premios 2006, 2009 y 2012 cierran el circuito del conocimiento para incursionar desde el tratamiento específico de enfermedades hasta la posibilidad real de la reprogramación y del rejuvenecimiento celular, proyectándonos a los negocios del futuro vinculados con la más anhelada quimera humana: la longevidad.
Entre 1973 y 1975, C. Milstein y G. Köhler desarrollaron los anticuerpos monoclonales orientados a la detección y curación de numerosas enfermedades. Por su trabajo ganaron el Nobel en 1984. En 1987, la venta de anticuerpos monoclonales ya alcanzaba los 130 millones de dólares. En el año 2007 trepó a 26.000 millones y probablemente supere los 50.000 millones para el 2013.
En el 2006 los Premios Nobel de Medicina y Química estuvieron orientados a una misma temática: el ARN de interferencia (ARNi). La información contenida en el ADN se transfiere al mARN (mensajero ARN). Fuera del núcleo, la información del mensajero se traduce en la formación de una proteína. Si conocemos la proteína relacionada con determinada enfermedad podremos sintetizar el ARNi de modo de bloquear su formación silenciando el producto del gen sin tocar el genoma, e impidiendo el desarrollo de la enfermedad en el organismo. Una nueva terapia, un nuevo negocio biotecnológico.
En el año 2009, el Nobel de Medicina y Química se centran en la misma temática. En medicina, se galardonó a los descubridores de los telómeros y de la telomerasa, una llave hacia el triunfo en la lucha contra el cáncer y el secreto de la juventud eterna. Al final de cada cromosoma existen secuencias de ADN denominadas telómeros. Cada vez que una célula se divide pierde una pequeña parte de sus telómeros. Cuando el telómero es sólo un minúsculo fragmento la célula ya no puede dividirse más y entra en declive hasta su muerte. No obstante, en la naturaleza existen algunas células inmortales: las células cancerosas. Éstas tienen la capacidad de duplicarse incesantemente generación tras generación ¿Cuál es el secreto de su vida eterna? La telomerasa. Cuando un fragmento del telómero se pierde a causa de la división celular, la telomerasa lo restituye evitando su reducción y, en última instancia, la muerte de la célula. Esto abre las puertas a dos líneas de investigación. Por un lado, si luego de cada división celular pudiéramos encontrar la forma de reparar el telómero, estaríamos en presencia de la primera terapia de rejuvenecimiento con base científica de la historia. Por otro lado, si en los procesos cancerígenos pudiéramos anular la producción local de telomerasa, las células cancerígenas dejarían de ser inmortales y se comportarían como las usuales perdiendo su supremacía a largo plazo. Algo lograble a través de un ARNi específico bloqueante del ARN mensajero productor de telomerasa. Por el estudio del proceso bloqueante en el ribosoma se otorgó también el Nobel de Química en el año 2009.
El premio Nobel 2012, Dr. Shinya Yamanaka, publicó en la revista Cell (2006) una innovación revolucionaria, logró reprogramar células epiteliales de ratones para transformarlas en células madre. Desde entonces los investigadores se lanzaron a la reprogramación de células humanas adultas para lograr su comportamiento como células madre embrionarias con capacidad para generar tejidos de todos y cada uno de los cerca de 220 tipos celulares distintos.
Los premios 2006, 2009 y 2012 cierran el circuito del conocimiento para incursionar desde el tratamiento específico de enfermedades hasta la posibilidad real de la reprogramación y del rejuvenecimiento celular, proyectándonos a los negocios del futuro vinculados con la más anhelada quimera humana: la longevidad.
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