Alberto L. D'Andrea. Revista Agropost, número 136, febrero-marzo 2015.
Un estudio
comparativo de algunas variables significativas relacionadas con nuestra temática lo
ubicamos en la siguiente tabla:
El avance científico iniciado en 1800 pero potenciado
fuertemente a partir del desarrollo de modelos atómicos confiables en la
primera mitad del siglo XX y, fundamentalmente por su crecimiento exponencial
los últimos 60 años, queda reflejado en uno de sus aspectos por el incremento del CO2
debido a la necesidad de consumo de energía fósil por parte del impresionante
desarrollo tecnológico producido. No
obstante el incremento en el promedio de vida de 24 a 76 años (3,2 veces más) y
el aumento de la población en la tierra de 1000 a 7000 millones de
habitantes (7 veces más) pareciera indicar que la vida humana en la tierra está
floreciente. Si bien el avance científico-tecnológico produjo una mejora
cuantitativa importante en cuanto al
promedio de vida, con perspectiva a corto plazo de superar los 100 años, trajo
aparejado graves problemas cualitativos con tendencia a acelerarse en forma
exponencial: aumento de la población mundial de 2500 a 7000 mil millones de
habitantes entre el año 1950 y el 2013, aproximación a la “carga máxima de la
tierra” (10.000 millones de habitantes), fuerte incremento en la demanda de
energía y alimentos, aumento de la
contaminación en general producto de la mayor cantidad de habitantes y de la
actividad del hombre, peligrosa acumulación de gases que conducen al
calentamiento global; agotamiento de la energía fósil-extractiva, antes
abundante-barata y declive constante de la diversidad biológica ante la
apropiación de más espacios físicos por el hombre. En el contexto planteado, la economía de
pensamiento único en la cual lo económico predomina sobre lo político y el
mercado soluciona todos los problemas del sistema en concurrencia con la
competitividad y el libre intercambio, no puede dar respuestas a las demandas
de la sociedad. De los 7000 millones de habitantes actuales, casi 1000 millones
no pueden comer si alguien no le proporciona alimentos y 5000 millones están
fuera de una vida garantizada. El
intento histórico más reciente de romper con la inconveniencia actual de la
economía ortodoxa partió de Nicholas
Georgescu-Roegen, uno de los pensadores más notables y profundos de la economía
moderna; él lanzó dos torpedos críticos a la economía vigente en sus libros
Analytical Economics (1966) y The
Entropy Law and Economic Process (1971) en los cuales centra las problemáticas económicas actuales en el divorcio
entre las teorías económicas y el cumplimiento de las leyes de la naturaleza. Para los economistas de pensamiento único todo
es un ciclo de producción y consumo, pero para la naturaleza esto no constituye un ciclo, es sólo un gasto unidireccional
de energía y recursos naturales no renovables en el tiempo que se consumen. El
auguró por lo tanto un gran fracaso en la economía mundial, fracaso evidente
ante la cantidad, en tiempos cada vez más cortos, de crisis
económicas. Nicolás
Georgescu-Roegen señalo como única solución posible la aparición de una
ciencia-tecnología capaz de generar en tiempo y forma los recursos naturales
necesarios para llegar a un nuevo tipo de equilibrio en la tierra…
Paulatinamente, debido a las
innovaciones tecnológicas, avanza un incesante aumento en la capacidad de
producir en forma sustentable tendiente a mostrar su capacidad de dar
soluciones efectivas y alternativas ante la inacción de la desbordada economía
de mercado.
La bioeconomía real.
La biotecnología con su capacidad transformadora de la
naturaleza aparece como la tecnología “prometeica“ buscada por Georgescu-Roegen en respuesta a las problemáticas planteadas
por su economía física basada en la función entropía. Hoy podemos definir a la
bioeconomía real como una economía basada en la biotecnología capaz de generar
en tiempo y forma los recursos naturales renovables, con su acervo de 65
millones de genes y la ingeniería genética, para dar respuestas a necesidades
socioeconómicas tales como la demanda de energía, alimentos, disminución de los
gastos en salud y cuidado del medio ambiente, generando a su vez trabajo e
ingresos en forma sustentable.
Pareciera ser que la mejora cualitativa en la vida se centra
en avanzar hacia la bioeconomía cuya base científico-tecnológica es la
biotecnología y su motor productivo es la biofábrica transgénica; en
concordancia con lo que alguna vez señaló Georgescu-Roegen “Si la vida es lo
más importante, la economía debiera ser una rama de la biología y no la vida un
apéndice de la economía como plantea la economía ortodoxa”.
La bioeconomía de
conveniencia.
Los países europeos y los Estados Unidos engloban bajo la
denominación de bioeconomía, a la actividad económica que se nutre de la
investigación y la innovación en las ciencias biológicas, en un intento por mantener subordinada a la
naturaleza a un contexto económico ficticio. Una bioeconomía de conveniencia
para disfrazar la crisis mundial en la cual las medidas de política económica
recomendadas fallan en forma sistemática ante el asombro de los propios
economistas quienes ven cómo las recetas aprendidas en sus universidades no
funcionan. Una bioeconomía tendiente a resistir el ocaso de la economía de
pensamiento único para continuar con la acumulación del poder en desmedro de la
mejora cualitativa de la vida en la tierra planteada por las posibilidades
productivas brindadas por el desarrollo de la ciencia-tecnología actual en un intento por subsanar sus errores
del pasado…
Bioeconomía para todos.
Distingamos las voces de los ecos, la incidencia
productiva de la tecnología actual nos permite avanzar sobre una economía
moderna, centrada en las necesidades del hombre, en el respeto de las leyes de
la naturaleza y en la utilización de sus recursos generosos ¿por qué no?, una bioeconomía para todos.
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