El avance científico-tecnológico, sustentado por el desarrollo
de modelos atómicos confiables en la primera mitad del siglo XX y, potenciado fundamentalmente
por su crecimiento exponencial en los últimos 67 años, queda reflejado por el
incremento del CO2 debido al megaconsumo de energía fósil inherente y
por el incremento en el promedio de vida conducente a un aumento, en los últimos
67 años, de 5000 millones de habitantes en el planeta. Pasamos de 2500 millones
en 1950 a 7500 en el año 2017 lo que pareciera indicar una floreciente la vida
humana en la tierra. No obstante, si bien el avance científico-tecnológico
produjo una mejora cuantitativa importante en cuanto al promedio de vida, con perspectiva
a corto plazo de superar los 100 años, trajo aparejado graves problemas con
tendencia a acelerarse: aumento desproporcionado de la población mundial,
aproximación a la “carga máxima de la tierra” (10.000 millones de habitantes),
fuerte incremento en la demanda de energía, alimentos y servicios de salud, aumento de la contaminación en general
producto de la mayor cantidad de habitantes y de la actividad del hombre,
peligrosa acumulación de gases que conducen al calentamiento global, declive
constante de la diversidad biológica ante la apropiación de más espacios
físicos por el hombre, falta de trabajo, concentración de los recursos en pocos
habitantes y un ascenso de lo irracional. En el contexto planteado la economía de
pensamiento único, en la cual lo económico predomina sobre lo político y el
mercado soluciona todos los problemas del sistema en concurrencia con la
competitividad y el libre intercambio, no puede dar respuestas a las demandas
de la sociedad. De los 7500 millones de habitantes actuales, casi 1000 millones
no pueden comer si alguien no le proporciona alimentos y 6000 millones están
fuera de una vida garantizada. El
intento histórico más reciente de romper con la inconveniencia actual de la
economía partió de Nicholas Georgescu-Roegen, uno de los pensadores más
notables y profundos de la economía moderna; él lanzó dos torpedos críticos a
la economía vigente en sus libros Analytical Economics (1966) y The Entropy Law and Economic Process (1971)
en los cuales centra las
problemáticas económicas actuales en el divorcio entre las teorías económicas y
el cumplimiento de las leyes de la
naturaleza. Para los
economistas de pensamiento único todo es un ciclo de producción y consumo, pero
para la naturaleza esto no constituye un ciclo, es sólo un gasto unidireccional
de energía y recursos naturales no renovables en el tiempo que se consumen. El
auguró por lo tanto un gran fracaso en la economía mundial, fracaso evidente
ante la cantidad, en tiempos cada vez más cortos, de crisis
económicas. Nicolás
Georgescu-Roegen señalo como única solución posible la aparición de ciencias-tecnologías
capaces de generar en tiempo y forma los recursos naturales necesarios para
llegar a un nuevo tipo de equilibrio en la Tierra.
Paulatinamente, debido al incremento exponencial
de las innovaciones tecnológicas, se avanza hacia un incesante aumento en la
capacidad de producir en forma sustentable con posibilidades de dar soluciones alternativas
altamente efectivas ante la inacción de la desbordada economía de mercado.
La
bioeconomía real.
La biotecnología con su capacidad transformadora
de la naturaleza aparece como la tecnología “prometeica“ buscada por
Georgescu-Roegen en respuesta a las problemáticas planteadas por su economía
física basada en la función entropía. Hoy podemos definir a la bioeconomía real
como una economía basada en la biotecnología con la habilidad de generar en
tiempo y forma los recursos naturales renovables, con su acervo de 65 millones
de genes y la ingeniería genética, para dar respuestas a necesidades
socioeconómicas tales como la demanda de energía, alimentos, disminución de los
gastos en salud y cuidado del medio ambiente, generando a su vez trabajo e
ingresos en forma sustentable.
Pareciera ser que la mejora se orienta a un Plan B, centrado en avanzar hacia la Bioeconomía
cuya base científico-tecnológica es la Biotecnología y su motor productivo es
la Biofábrica transgénica. Decía Georgescu-Roegen “Si la vida es lo más
importante, la economía debiera ser una rama de la biología y no la vida un
apéndice de la economía como plantea la economía actual”.
La
bioeconomía globalizada o de conveniencia.
Los países desarrollados engloban bajo la
denominación de bioeconomía a la actividad económica que se nutre de la
investigación y la innovación en las ciencias biológicas, en un intento por mantener subordinada a la
naturaleza a un contexto económico ficticio. Una bioeconomía de conveniencia
para disfrazar la crisis mundial en la cual las medidas de política económica
recomendadas fallan en forma sistemática ante el asombro de los propios economistas
quienes ven cómo las recetas aprendidas en la mayoría de las universidades no
funcionan.
¿Ahora?
Es el momento apropiado de avanzar con una
bioeconomía tendiente a paliar el ocaso de la economía de pensamiento único en
su carrera por continuar con la acumulación del poder en desmedro de la mejora
cualitativa de la vida en la Tierra.
Debemos distinguir las voces de los ecos, la incidencia productiva de la tecnología actual nos permite incursionar en una economía moderna, centrada en las necesidades del hombre, en el respeto de las leyes de la naturaleza y en la optimización de sus recursos generosos.
Debemos distinguir las voces de los ecos, la incidencia productiva de la tecnología actual nos permite incursionar en una economía moderna, centrada en las necesidades del hombre, en el respeto de las leyes de la naturaleza y en la optimización de sus recursos generosos.
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