La desaceleración global del
crecimiento económico-comercial y un creciente giro hacia el populismo y nacionalismo
a nivel mundial está anunciando el fin de la economía globalizada. Tal vez
muchos comiencen a reflexionar sobre el hecho de que no todo es economía de mercado y globalización,
existe otro camino orientado hacia el
incremento de la productividad sustentado en las innovaciones provenientes de
las tecnologías con crecimiento exponencial. Estamos en un planeta sacudido por
mutaciones tecnológicas formidables y a la vez por grandes desórdenes
económicos y el incremento de peligros ecológicos. Es hora que las leyes de
mercado sean reemplazadas por las leyes de la naturaleza y sus aplicaciones
tecnológicas. Es así como de la biotecnología y de la nanotecnología,
ciencias-tecnologías integradas capaces de transformar la naturaleza, surgen la
bioeconomía y la nanoeconomía. Economías orientadas en generar, en tiempo y
forma, los recursos necesarios para dar respuestas a las crecientes necesidades
humanas primarias, generando trabajo “in situ” y atendiendo las necesidades de
la mayor cantidad de población posible[1]. Para que lo expuesto, no
sea solo una expresión de deseo, es necesario el atesoramiento del conocimiento
científico-tecnológico de vanguardia por una legión de innovadores con
capacidad de aplicar las tecnologías convenientes en pos de solucionar las
problemáticas locales y avanzar, desde allí, hacia las generales. La nueva
economía o economía de las tecnologías se centra en la revolución que implica
apropiarse del saber. Ha llegado la hora de globalizar el conocimiento
tecnológico.
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