Alberto L. D'Andrea. Agropost, Nº134, 2014
La biotecnología utiliza seres vivos o partes de seres
vivos para dar respuestas a las crecientes necesidades socioeconómicas
relacionadas con los alimentos, la energía, la salud y el medio ambiente. Cuando a principios de 1973, Stanley N. Cohen y su
colaboradora Annie C.Y. Chang de la
Universidad de de Stanford con sus colegas de la Universidad de San Francisco
Herbert W. Boyer y Robert H, Helling, realizaron la primer experiencia de la
nueva ingeniería genética para lograr recombinar ADN; la biotecnología se
subdividió en dos grandes ramas, la clásica íntimamente ligada a los procesos
fermentativos y la moderna en la cual reina la ingeniería genética. Ambas,
tanto por separado como integradas, condujeron a una verdadera revolución en la
producción de alimentos.
La inmensa mayoría
de los alimentos sufren trasformaciones biotecnológicas para llegar a la nave
del supermercado. Los animales y las plantas de los que provienen estos
alimentos han sido modificados por el hombre en múltiples aspectos para
adecuarlos a las necesidades de producción, o tratando de mejorar sus
propiedades nutritivas, o para cambiar
sus cualidades sensoriales. Una vez en la industria, muchas de estas
materias primas animales o vegetales sufren trasformaciones mediante
microorganismos como bacterias, hongos y levaduras, los cuales han sido
seleccionados y mejorados previamente buscando las características apropiadas.
Igualmente es práctica común en la industria de los alimentos el empleo de
enzimas en algunas fases de la producción generalmente extraídas de cultivos de microorganismos.
Ilustremos con un
ejemplo. A partir del maíz transgénico (biotecnología moderna) se puede obtener
utilizando la enzima glucosa isomerasa, extraída de distintos cultivos de microorganismos como
los Streptomyces e inmovilizada (biotecnología clásica), jarabe de maíz de alta
fructosa (JMAF). El jarabe de maíz en mayor o menor proporción se utiliza en la
fabricación de muchísimos productos elaborados de consumo diario.
En la campaña
2013/14, prácticamente el 95% de la superficie destinada a la producción de
maíz en la Argentina fue sembrada con variedades genéticamente modificadas. Un
gran número de constituyentes del maíz pasan por un proceso industrial y son
manufacturados y comercializados. La variedad de su utilización es muy grande. En
los Estados Unidos se detectó que existen más de 1.000 productos comerciales para
la alimentación humana y animal conteniendo en mayor o en menor grado
componentes del maíz transgénico. Esos productos utilizan mayoritariamente el
almidón o fécula (agente espesante y
de retención de humedad), el jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), la
harina, y el aceite del maíz. A nuestra mesa llegan en confitados, fideos, mostaza, cerveza, tortas,
bebidas colas carbonatadas, salsas de tomates, cereales preparados, leche
condensada, postres, licores, quesos crema, embutidos, frutas enlatadas, salsas,
sopas deshidratadas, polenta, galletitas, alfajores, pan, papa fritas,
mayonesa, margarina, aceite de cocina, condimentos, helados … Simplemente un
enfoque del tema considerando sólo un cereal. En otro contexto podríamos
agregar también el aporte de la biotecnología clásica-moderna para la
producción de microorganismos adicionados en los probióticos o el de la
biotecnología moderna en la utilización
de microalgas modificadas genéticamente para la obtención de agentes para
fortificar los alimentos como el ácido graso omega 3.
Mirando hacia el futuro y con el avance a la secuenciación humana masiva pronto conoceremos nuestras carencias, necesidades e inconveniencia de distintas sustancias en nuestra alimentación y podremos producir alimentos centrados en la biotecnología moderna capaces de darnos lo necesario; algo como una dieta personalizada a denominarla dieta genogenética sobre la cual seguramente Agropost publicará algún artículo en los próximos 10 años.
Mirando hacia el futuro y con el avance a la secuenciación humana masiva pronto conoceremos nuestras carencias, necesidades e inconveniencia de distintas sustancias en nuestra alimentación y podremos producir alimentos centrados en la biotecnología moderna capaces de darnos lo necesario; algo como una dieta personalizada a denominarla dieta genogenética sobre la cual seguramente Agropost publicará algún artículo en los próximos 10 años.
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